Barcelona: Miles expulsados de sus casas por fondos buitres

En el viejo y antiguo barrio Gótico de Barcelona los edificios se van vaciando de vecinos para dejar paso a apartamentos turísticos y pisos de lujo.  Es el mundo de la codicia y la especulación.

Internacional22 de mayo de 2025RedacciónRedacción
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Los antiguos inquilinos de las casas de este tradicional barrio de la ciudad condal, tienen que marcharse. Los pisos que se alquilaban, algunos de ellos desde hace 25 años, se venden ahora a fondos de inversión opacos lo que obliga a los antiguos moradores, muchos de ellos adultos mayores, a irse fuera de la ciudad. 

La población estable del barrio no para de disminuir y ahora, el 63% de los habitantes son "flotantes", es decir, visitantes o arrendatarios muy temporales. En el conjunto del distrito del casco viejo, se pierden aproximadamente 104 vecinos al mes, según el municipio.

Paralelamente, el precio de alquiler del metro cuadrado subió de 14,4 a 19 euros en dos años, según los portales inmobiliarios españoles. Los vecinos culpan a la especulación inmobiliaria y al turismo masivo generado por las plataformas de alquiler como Airbnb. Lo mismo ocurre en otras ciudades turísticas europeas como París, Londres o Milán.

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Esto, además, no es un proceso de gentrificación, no se está sustituyendo población original por otra más rica, aquí de lo que se trata es de un vaciado del centro histórico. Si un vecino paga por el alquiler hace 20 o 15 años 500 euros por un departamento hoy piden 1,000, 1,200, 1.500 euros cuando las pensiones oscilan cerca de los 675 euros. Otros fondos de inversión, llamados “buitres”, dejan las viviendas vacías para que ante al escasez de departamentos, el precio del alquiler se dispare.

Los centros urbanos son concebidos como máquinas de hacer dinero mientras las clases populares son desplazadas hacia fuera. El propio Papa Francisco abordado explícitamente el tema de la especulación: “Denuncio las ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera como causantes de la desigualdad.” La especulación, particularmente en los mercados financieros, ha sido analizada en la doctrina social católica donde se critica la búsqueda de beneficios a corto plazo sin considerar el bien común.  

Numerosas ciudades buscan frenar la especulación. 

La ciudad de Barcelona multó a las plataformas Airbnb y Homeaway con 600,000 euros por publicitar apartamentos sin las licencias necesarias. Airbnb se defendió diciendo que los problemas de vivienda existían de mucho antes y que el encarecimiento del alquiler responde a la “casuística del mercado inmobiliario". Una tradicional excusa. 

Estudios realizados en ciudades como Berlín, Los Angeles, Londres o Barcelona demuestran que "el número de casas ofertadas para un uso exclusivamente profesional (apartamento entero por mas de 120 días) es demasiado bajo para tener impacto en el mercado inmobiliario". Por lo tanto limitar el tiempo de alquiler es una propuesta razonable. 

Sin embargo, en París, primer mercado mundial de Airbnb con unos 65,000 anuncios, la alcaldía cifra en 20,000 el número de pisos retirados del circuito de alquiler normal a causa de los alquileres de corto plazo. Con 1,3 millones de viviendas, la ciudad no tiene suficientes y esto contribuye a la escasez e influye en el alza de los precios 

En Ámsterdam, los ingresos extra generados por estos alquileres hacen que los propietarios estén dispuestos a pedir préstamos más elevados colocando como garantía el inmueble, generando un aumento indirecto de los precios y en mercados     -ya saturados-  el precio tiene un impacto sobre la disponibilidad de pisos.

Ciudad para inversores 

Los vecinos que han estado allí media vida y que han visto crecer a sus hijos tienen muy claro que si no te expulsan los precios, te expulsa la presión cotidiana de turistas, ruido y la ausencia de los servicios tradicionales que el barrio entregaba. Por ejemplo, en una de las calles del barrio Gótico, entre tiendas de diseño y lujosos restaurantes, sobrevive todavía una histórica tocinería, con embutidos y quesos en su escaparate, son el último bastión del barrio.

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