El Darién, la selva que come migrantes

El camino hacia Estados Unidos es largo y los muertos se acumulan debajo de las lluvias torrenciales y los suelos enfangados: es el Darién.

Actualidad16 de julio de 2025RedacciónRedacción
  • Las caminatas en la selva van de seis de la mañana a seis de la tarde. Luego duermen.
  • Una de las rutas más peligrosas del mundo, según se ha pronunciado Unicef
  • La enorme mayoría toma este riesgo gigantesco para buscar una vida nueva. 

Los migrantes deben caminar cinco días por una de las selvas más impenetrables y peligorsas del mundo: El Darién. Deben llegar pronto, y antes que se acaben las provisiones y las fuerzas a la aldea de Bajo Chiquito en Panamá. Miles caminan hacia ese punto. El objetivo tiene rumbo norte.

El camino es largo y los muertos se acumulan debajo de las lluvias torrenciales y los suelos enfangados. Se puede hacer también la ruta abordando una canoa capitaneada por lugareños, que los acercan al pequeño puerto del pueblo. Pero para ello hay que tener dinero y no todos los viajeros, lo tienen.

La enorme mayoría toma este riesgo gigantesco para buscar una vida nueva. 

Rumbo Estados Unidos

El Darién ocupa 575,000 hectáreas de vegetación que separan Colombia de Panamá. Una de las rutas más peligrosas del mundo, según se ha pronunciado Unicef preocupada por los miles de niños que se ven, junto a sus familias, obligados a cruzar esta selva infernal. 

Para agosto del 2024, habían transitado por allí -se calcula- unos 64,000 migrantes según el ministro de Seguridad panameño, Juan Pino. La mayoría son de Haití.

Ante el inacabable flujo migratorio, en septiembre, las autoridades colombianas y panameñas fijaron cuotas de tránsito de un máximo de 500 personas diariamente.

Si todos los caminos conducían a Roma, aquí todas las rutas desembocan en Bajo Chiquito, pueblo de la etnia emberá en la provincia de Darién, extremo sur de Panamá, la primera zona habitada con la que se topan luego de vencer a la selva.

Ningún migrante planea quedarse allí. El viaje es a Estados Unidos. Ese es el destino final. Allá, piensan algunos, podrán realizar sus sueños.

La peste

Las caminatas en la selva van de seis de la mañana a seis de la tarde. Luego duermen. Esto lo han contado aquellos que han sobrevivido a la experiencia. En el camino se pueden ver cadáveres deshechos, hinchados. En algún caso se pudo realizar algún pequeño rito de despedida. El olor, cuentan los migrantes, es como la peste.

Uno de los riesgos mayores son los asaltos que sufren por bandas organizadas. Pero un robo es el mejor escenario ante la posibilida de asesinatos y de abusos sexuales. Los ladrones actúan en manada y están muy bien armados

En el pueblo hay un puesto del Ministerio de Salud que trabaja con la organización Médicos Sin Fronteras, allí se realizan unas 400 atenciones diarias. La mayoría de lesiones son traumas en los pies, por los largos días de caminata y lo difícil de la ruta. Hay también enfermedades gastrointestinales, picaduras de insectos y casos de violencia sexual las que han tenido que ser atendidas.

El pueblo

Tras registrarse con Migraciones y el Servicio Nacional de Fronteras, los viajeros se sorprenden al ver que no están en un refugio, sino un pueblo donde todo cuesta.

No hay energía eléctrica ni internet. Es un pueblo pescador y recolector que ha readaptado sus actividades económicas para recibir a los visitantes que ahora llegan masivamente.

La mayoría se acomoda en un campo de básquet en el centro de la aldea, rodeado por comercios y venta de almuerzos a tres dólares el plato, que no todos pueden pagar. Se han colocado algunas cañerías abastecidas con agua de tanques portátiles, exclusivamente para higiene.

Y ante la necesidad de los haitianos de conectarse con el exterior, los indígenas ofrecen envío de mensajes de WhatsApp a dos dólares, a través de un celular que capta señal en alguna posición estratégica.

Además, a decenas de kilómetros, en la ciudad se reciben las transferencias de dinero vía agencias que los migrantes están esperando de sus familiares. Cuando el dinero llega, el aldeano avisa al pueblo para que liberen el monto equivalente, menos el 20% de comisión.

Los niños

El paso de niños por el Darién se ha multiplicado por 15 en los últimos cuatro años, según Unicef. Muchos llegan deshidratados o con dolencias respiratorias debido a la lluvia y a la humedad.

En el campo de básquet, el paisaje es dominado por niños que corretean por entre mochilas, colchones y las carpas que sus padres van armando para dormir. Cuando llega la noche, la luna llena es el telón de fondo de este improvisado campamento. La madrugada es un concierto de susurros y conversaciones interminables. Pocos concilian el sueño plenamente.

La salida

En la madrugada, la bruma cubre la aldea. El patio de básquet está vacío y los migrantes hacen fila para  abordar las canoas que los llevarán, por río, al refugio en Lajas Blancas. Ese viaje cuesta 25 dólares.

Confiados en que Dios los ayudará continúan su camino al  destino soñado. Se colocan un chaleco salvavidas naranja y los balseros advierten que no se haga ningún movimiento brusco en la nave. 

De Lajas Blancas irán por tierra a San Vicente y de allí deben pagar 40 dólares para un bus hasta la frontera con Costa Rica. Luego vendrá Nicaragua, Honduras, Guatemala, México y, finalmente, Estados Unidos. No todos llegarán.

FUENTE: AFP

 

 

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