¿Qué debemos entender por “batalla cultural”?

En la lucha por definir qué ideas, valores, narrativas y símbolos dominan la conciencia colectiva de una sociedad ¿Qué se está imponiendo, los valores democráticos o los radicalismos?

Cultura05 de diciembre de 2025RedacciónRedacción

¿Qué debemos entender por “batalla cultural”? 
La batalla cultural es la lucha por definir qué ideas, valores, narrativas y símbolos dominan la conciencia colectiva de una sociedad. No es un enfrentamiento armado, sino un conflicto silencioso  y permanente por ganar el sentido común: aquello que la gente considera “normal”, “obvio”, “de sentido común” o “moralmente correcto”, sin cuestionarlo.

El concepto fue popularizado por Antonio Gramsci en los años 30. El marxista italiano explicó que el poder no se mantiene solo con la fuerza o el dinero: se mantiene cuando las clases dominantes logran que, sus ideas, sean vistas como las ideas de todos. A eso lo llamó hegemonía cultural. La batalla cultural, entonces, es el intento deliberado de construir o destruir esa hegemonía.

Hoy el término lo usan tanto la izquierda como la derecha, pero con significados opuestos. Para la izquierda clásica y parte de la nueva izquierda latinoamericana la batalla cultural es la lucha contra el “neoliberalismo cultural”, que lleva consigo en su ADN el individualismo, el consumismo, el racismo estructural y la colonización mental que impuso el imperialismo estadounidense  y los sistemeas coloniales europeos a través de Hollywood, la publicidad, los medios y todos los canales que tuvieron a su disposición.

Para la derecha conservadora contemporánea -la de los Milei, Bolsonaro, Vox, Trump, Kast, Espert, López Aliaga, ciertos sectores evangélicos y católicos tradicionalistas-, la batalla cultural es la resistencia contra lo que llaman el “marxismo cultural”, el “wokismo”, la “ideología de género”, el ambientalismo radical, el feminismo de tercera y cuarta ola, y lo que llaman “agenda 2030” o “globalismo”. Ven a las universidades, Netflix, la ONU, los medios progresistas y las ONG como los nuevos aparatos ideológicos que adoctrinan a las nuevas generaciones.

En ambos casos, el campo donde la batalla se produce es el mismo espacio en el tracionalmente ocurría, sólo que ahora las redes sociales han aumentado la virulencia y han hecho más la evidencia de bandos, de conflcito y de intolerancia. En el campo educativo la disputa pasa por lo que se enseña en las escuelas y universidades; en la trinchera de los medios de comunicación y redes sociales la disputa está en quién controla las narrativas virales; en los bunkers del entretenimiento  se pugna por adueñarse del guion de las series, de las letras de las canciones, de tono de los memes, y de lo que se puede o no se puede decir desde el  humor. También el lenguaje está en la primera línea de ambas ofensivas, la cuestión dequién define qué palabras son “políticamente correctas” o “ofensivas” divide incluso a familias enteras. Y no hay menos acritud en la profunda discusión respecto a los símbolos públicos y la memoria: monumentos, feriados, banderas y gestos colocan a combatienes a uno u otro lado de esta frontera simbólica.

¿Quién está ganando hoy en América Latina?

Desde los 90 hasta aproximadamente el 2015 dominó la hegemonía progresista cultural -de gobiernos de izquierda, universidades fuertemente de avanzada, medios y ONGs financiadas por fundaciones europeas y norteamericanas progresistas-marcaron claramente la pauta.

Desde 2016 al 2017 se produjo un giro brusco: la derecha y la ultraderecha comenzaron a ganar terreno aceleradamente en redes sociales, YouTube, TikTok y en el humor político. Hoy controlan gran parte del “sentido común digital” entre los menores de 35 años en Argentina, Brasil, Chile, Perú y Uruguay.

La batalla cultural no se gana con discursos largos ni con leyes: se gana cuando logras que la gente repita las consignas sin que se dé cuenta que son consignas. Quien controla el humor, los memes, las series que ven los jóvenes y lo que se enseña en las aulas durante 15 o 20 años, controla la narrativa de un país durante las próximas tres o cuatro décadas. Por eso todos —de izquierda y de derecha— coinciden en una cosa: la verdadera revolución -o contrarrevolución- no empieza en el Congreso, ni en el Palacio de Gobierno, sino en la cabeza de la gente. Y esa cabeza se forma, sobre todo, en la escuela y en la pantalla del celular.

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Natalia Pettinari es una periodista argentina especializada en política internacional, con una trayectoria destacada en medios de comunicación y análisis geopolítico.

Colabora con el Grupo Televisión Litoral (Canal 3 y Rosario3.com), donde produce y conduce segmentos sobre política internacional. En estos espacios, analiza noticias globales con un enfoque accesible y contextualizado. También ha participado en programas radiales, como diálogos en RadioCut.
Mantiene un perfil activo en plataformas como Academia.edu, donde comparte investigaciones relacionadas con relaciones internacionales. En redes sociales, es reconocida por su canal de YouTube (@npettinari), donde ofrece "una mirada desde el sur a lo que pasa en el mundo", y cuentas en Instagram, X (Twitter), Facebook y TikTok. La puedes seguir como @natipettinari. Su contenido es didáctico y orientado a audiencias jóvenes, con videos sobre temas como la política rusa o eventos globales.

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